HAPPY FEET




Viernes 14 de septiembre 2007 6 p.m.
Auditorio de la Facultad de Filosofía



Comenta Ignacio Quepons


Dirección: Georg Miller
País y año: Australia-USA, 2006
Guión: George Miller, John Collee, Judy Morris y Warren Coleman
Música: John Powell
Duración: 108 min.
Intérpretes (Doblaje original): Elijah Wood (Mumble), Robin Williams (Ramon/Lovelace), Brittany Murphy (Gloria), Hugh Jackman (Memphis), Nicole Kidman (Norma Jean), Hugo Weaving (Noah el Viejo), Anthony LaPaglia (Alpha Skua), Miriam Margolyes (Sra. Astrakhan), Magda Szubanski (Srta. Viola), Carlos Alazraqui (Nestor), Johnny Sanchez III (Lombardo), Jeff Garcia (Rinaldo), Lombardo Boyar (Raul).


Sinopsis: La película narra las aventuras de Mumble, un pequeño pingüino excluido de su comunidad de pinguinos emperador por no poder cantar, cualidad que no sólo define sino que además es lo más valorado por su especie. A este defecto congénito se suma que cuando está feliz mueve sus patas de una manera peculiar que resulta de lo más desagradable para su familia. Aunque Mumble reconoce que se trata de un defecto, en soledad, cuando trata de encontrar “la canción de su corazón” se da cuenta que la única manera de expresar su afecto es moviendo los pies y el cuerpo: bailando. Finalmente Mumble es expulsado de su comunidad, que experimenta una grave crisis por la escasez de recursos alimenticios y en su exilio conoce a otros personajes, con quienes emprenderá una odisea que lo llevará más allá del mundo de los pinguinos hacia el origen del problema de su pueblo.
La película recrea en animación digital algunos elementos observados en el filme anterior La marcha del emperador (La Marche De L'Empereur) del director Luc Jacquet.





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Happy Feet, en apariencia una película infantil de animación digital, constituye un auténtico acontecimiento político, en el mismo sentido en que Deleuze habla de la política en Kafka. Es posible comprender como se realiza un agenciamiento de enunciación colectiva en la figura de un ave, de por sí, menor respecto del patrón mayoritario de las aves.
En primer lugar, si tomamos su género (animal) y diferencia específica (que vuela). Tenemos que se trata de un animal que no vuela, ni siquiera lo intenta (como las gallinas), tiene una relación extraña con la tierra (a las duras camina y se desliza con el pecho en las superficie plana) donde pasa la mayor parte del tiempo y su lugar de mayor comodidad es el agua. Sin lugar a dudas, una anomalía de la naturaleza. De modo que su carácter anómalo enfatiza su potencia política.
En segundo lugar, el agenciamiento comienza en la activación de una potencia que se efectúa en el cuerpo, en verdad, como dice Spinoza, “nadie sabe lo que puede un cuerpo”.
En tercer lugar, Mumble, es una anomalía al cuadrado puesto que se trata de un pingüino que él mismo no se reconoce en el patrón mayoritario de la especie “mayor” de los pinguinos (el pingüino emperador), ni en ninguna otra variante de su propia especie.
En cuarto lugar, el agenciamiento comienza en su relación con “el afuera” (el encuentro con otros pinguinos, las águilas y finalmente, los humanos) más allá de su comprensión y de toda representación posible para su perspectiva (“¿por qué no me entienden si les hablo en pinguinés?” pregunta Mumble), y por encima de su voluntad (pues nunca se lo propone), del lenguaje, de los estados de cosas así como de cualquier expectativa posible ¿quién esperaría algo semejante de un pequeño pingüino? De golpe Mumble entra en una zona de variación contínua abrazando su minoridad: bailar. Y se suscita un acontecimiento que promueve lo que Deleuze llama “el pueblo en falta”: el pueblo de los pinguinos que bailan.
Al modo de Kafka o por una literatura menor, tenemos en Happy Feet la presencia de un acontecimiento real, (no hay metáforas ni interpretaciones como diría Deleuze, ¡los pinguinos realmente existen y tienen efectos sobre nosotros!) con efectos reales y un desplazamiento incluso de la sucesión temporal: un año antes de la aparición del filme y sin ninguna relación constatable, el subcomandante marcos había hablado ya del devenir de una gallina en pingüino y los efectos políticos que tuvieron lugar en estos singulares “devenires animales” (Cfr. “Un pingüino en la selva Lacandona” en http://www.submarcos.org/.) El pingüino de batman, el pingüino de Linux… pinguinos, ¡están en todas partes y no nos habíamos dado cuenta! Magallanes los confundió con humanos y nosotros los confundimos con criaturas inofensivas.
Happy feet es en realidad un manifiesto por la izquierda radical de las multitudes, (un diario italiano ha llegado a calificarla como de extrema izquierda). Lo bueno que se trataba de una película para “niños”.


Ignacio Quepons Ramírez (iquepons@gmail.com)