GRIZZLY MAN


VIERNES 27 JUNIO 2008 7 PM/AUDITORIO DE LA FACULTAD DE FILOSOFÍA/EDIFICIO C-4, CIUDAD UNIVERSITARIA, MORELIA

Dirección y guión: Werner Herzog/E.U., 2005/Música: Richard Thompson/Fotografía: Peter Zeitlinger/Diración: 104 min. /Sinopsis: El filme documenta la vida y la muerte del ambientalista Timothy Treadwell con los osos Grizzly en la reserva de Katmai en Alaska. A partir de las grabaciones de Treadwell y de entrevistas con personas cercanas, Werner Herzog reconstruye la lucha de un hombre contra la civilización y contra sus propios demonios en un devenir-grizzly mortal y fascinante.


Presenta Cristina Ramírez





Grizzly man de Herzog: cruzando fronteras


Jaime Vieyra: Herzog ha creado una obra hermosa e inquietante que cruza varias fronteras. Una de ellas, quizá la más visible, es la frontera entre los seres humanos y los osos salvajes de Alaska. Tú has reflexionado a menudo sobre este tema ¿Qué te parece el tratamiento que hace el director de la aventura de Traedwell?

Cristina Ramírez: Herzog logra un posicionamiento preciso en éste, efectivamente, el más visible de una serie de desplazamientos entre fronteras. El director nos permite ver el viaje antropomorfizante de Traedwell sin sesgar el relato y sin ridiculizar al gringo loco –Timothy– que trata a los osos salvajes como si fueran personas. Esto es notable, pues creo que entre los creadores e intelectuales “progresistas” hay cierta tendencia de despreciar lo que muy superficialmente juzgan como síndrome de Bambi, por su manufactura en Disneylandia y por su trasfondo misántropo.
Hay una secuencia que me parece especialmente significativa de este posicionamiento tan atinado: la cámara enfoca los ojos de un grizzly mientras la voz en off de Herzog dice que Timothy quiso ver en ellos algo más que instintos asesinos; quiso ver consideración, afecto, vida interior... esa apuesta le costó la vida en su décimo tercera estancia en la reserva. Herzog se declara incapaz de ver algo más que la oscuridad incomprensible de una bestia salvaje. Yo aprecio mucho el reconocimiento de sus propios límites, por parte de Herzog, y que aún así nos cuente la historia de Timothy, los osos y otros humanos involucrados con tanto respeto por la mirada de Traedwell. ¿Cabría incluso pensar que, en cierto sentido, Herzog admira el trabajo fílmico o la pasión de Timothy?

JV: Herzog lo dice en algún momento: que él admira a Treadwell no como ambientalista sino como cineasta. Y éste no es un homenaje menor, puesto que implica el reconocimiento de que más allá de sus ideas y sentimientos, Timothy fue capaz de filmar una aventura vital de gran intensidad y belleza. En sus grabaciones en la soledad humana de Alaska él fue director, actor, guionista y técnico de un documental sobre la convivencia –siempre al borde de la muerte– de un hombre con los grizzly.
Y aquí encontramos otro desplazamiento de fronteras. Es un documental de Herzog cuyo contenido fundamental es el documental de Treadwell. No cabe duda que es un filme de Herzog, quien selecciona y hace el montaje del material de Treadwell, además de las entrevistas a las personas cercanas a Timothy (que resultan asombrosamente herzoguianas, como sacadas de El corazón de vidrio o Stroszek). Pero de la primera a la última escena es el filme de Treadwell lo que estamos viendo. La humildad de Herzog como creador nos permite apreciar el trabajo de Treadwell con toda su apuesta existencial, pero mantiene al mismo tiempo, con la voz en off, una distancia crítica respecto a sus convicciones. De tal modo que los espectadores podemos contrastar ambas perspectivas en el mismo filme. Eso es muy difícil de encontrar en el cine actual.
En una entrevista Herzog menciona su enorme sorpresa al encontrarse con este material que parece sacado de sus propios filmes, más fantástico que todas sus ficciones. Así que el desplazamiento de las fronteras de la autoría va acompañado de otro, el que se da entre el cine documental y el de ficción ¿no te parece así? Fácilmente podríamos dudar de la realidad de la historia de Treadwell…
CR: Ahora estamos pensando en la frontera entre la ficción y la realidad; para mí, ésta la línea filosóficamente más rica. Los “documentales” de Treadwell abrieron un parteaguas. Su proyección rompió con la representación del oso como autómata asesino y nos mostró a sí mismo filmando osos ocupados en sus asuntos, osos aceptando que en “su” mundo hubiera un humano y siguiera vivo su camino. La cámara nos mostró que lo llegaron a tolerar endiabladamente cerca. Esta evidencia de tolerancia puso un enorme signo de interrogación a las narrativas paleoantropológicas, científicas y no tanto, que imaginaban a los seres humanos primitivos asediados por insaciables bestias sanguinarias; sólo la técnica podía frenar la amenaza permanente de extinción, la devastación de la especie humana debido a un entorno esencialmente hostil, extraño e incomprensible. Ya Herder en el siglo XVIII había objetado esta teoría de que el ser humano es un extraño caído de afuera al mundo de los otros animales; también lo han dicho varias tradiciones populares, pero no habíamos visto mayores evidencias de tan necesaria objeción.
El discurso sobre cómo sobrevivía el varón primitivo a base de agresividad y técnica asesina fue uno de los que empezaron a sufrir descrédito; otro, fue el discurso del cazador deportivo como exterminador de peligrosos e inagotables enemigos de la civilización –las bestias salvajes. En síntesis, sus documentales contribuyeron a poner en cuestión el paradigma colonialista, el cual supone que con “la naturaleza” sólo se puede tener mano dura, de varón fuerte y temible. Pero ¿nos mostró evidencia pura, hechos (facts) o él los construyó artística y técnicamente, desde luego, con ayuda de los otros animales, por lo cual hablaríamos de una co-construcción de la realidad mostrada? No creo en la existencia de la evidencia pura. Bruno Latour, antropólogo del conocimiento científico, acuñó el término artifact para enfatizar el carácter construido de la evidencia. Los hechos son ya siempre interpretados y, en buena medida, levantados por artes de birlibirloque, de ficción, de autoposicionamiento con la cámara. Así es la verdad y no tiene otra forma de ser.
En su última campaña en la reserva encontramos un punto álgido de la ficción en los “documentales” de Treadwell. Deliberadamente Timothy quiso borrar la presencia de su compañera, quien murió con él en un ataque de oso. Treadwell no quiso romper el romance que tenía con el público, la imagen del solitario que se pierde en tierras incógnitas. Herzog persigue esta borradura, a contrapelo de la voluntad fílmica de Treadwell, al punto de recuperar las imágenes de ella y hacernos oír que ella no sabía qué hacer con su miedo a los osos y sus deseos de regresar. Pero esa frontera ya no la traspasaron. ¿Hablamos de la frontera entre vida y muerte?

JV: Según lo que dices Treadwell nos presenta un artifact de sus estancias en Katmai, pero además Herzog nos presenta el suyo sobre Treadwell. Y nosotros captamos estas construcciones de evidencia de acuerdo con nuestro horizonte interpretativo, así que habría que dudar muy seriamente de que estamos ante la realidad desnuda. Hay sin embargo un elemento que le otorga objetividad “cruda” a estas construcciones y que a la vez nos obliga a interpretar lo que vemos en la pantalla: desde la primera escena sabemos que Timothy efectivamente murió devorado por uno o varios osos grizzly. Y eso le otorga una gran fuerza dramática a sus palabras sobre la necesidad de una actitud “samurai” para sobrevivir allí (mientras vemos un oso comiendo tranquilamente a unos metros de él), a su decisión de convivir con los osos como un “guerrero gentil” y e incluso de morir por ellos (“I will die for these animals” repite varias veces).
Treadwell asumió conscientemente el existir en la frontera entre la vida y la muerte como condición de su devenir-grizzly. Eso no era para él un inconveniente sino algo infinitamente más exaltante que su vida alcohólica y dispersa de antes. Una de las secuencias más emotivas para mí es cuando afirma que los osos y los zorros lo han salvado de esa vida. La cercanía de la muerte es lo que otorga significado a su aventura individual y también a la oculta presencia de su compañera, que a pesar de su terror a los osos acompañó a Timothy hasta el final. Un gran acierto de Herzog consiste en enfatizar esta dimensión trágica de la empresa humana de Tradwell y de su crítica explícita del “sistema total” de la civilización. Herzog y sus entrevistados son escépticos respecto de la posibilidad de una “coexistencia pacífica” entre humanos y osos, pero no estoy seguro que Treadwell propusiera algo así. ¿Cómo entiendes la “utopía” de Traedwell en la frontera misma de la civilización humana?

CR: Me parece que en su riqueza, el filme de Herzog atina a dejar ver la utopía posible, que es necesariamente limitada, pero no es ni la de Treadwell ni la de Herzog, ni la de los osos ni la nuestra. Una utopía posible abre un horizonte no visto antes, lo cual nos maravilla, pero no nos oculta lo negativo que acompaña esa utopía: peligro, dolor, sufrimiento, muerte. En la utopía imposible lo negativo no ocurre o se oculta de golpe y para siempre, salvando la dignidad extraterrena de su constructor. No es el caso que nos ocupa. Treadwell va a “las tierras salvajes” en fuga de su vida sin sentido; su estancia y sus grabaciones se cargan de sentido para él y, por medio de la técnica de exhibición masiva, para nosotr@s también; pero todo esto en “medianía”, sin excelsitudes o toques de trompeta celestial pero también sin el aborrecimiento general. Esta “medianía” de su empeño es lo que lo hace tan debatible como logro; me refiero a quienes más claramente no lo reconocen como tal: el aviador ante el hangar es el más convencido de que el rumbo político de Treadwell es incorrecto: “ojalá que todos los jipis de [la universidad de] Berkeley vinieran a salvar ositos y acabaran como Timothy, en la panza de uno”. El padre de Timothy tampoco parece concederle algún honor en cuanto a la forja de nuestra conciencia ecológica, en parte, quizá porque él mismo no la valora. El inuit en el museo, junto a un grizzly disecado, expresa una posición también crítica del empeño de Treadwell que parece apoyarse en la sabiduría de sus ancestros: no es conveniente ni para los osos ni para los humanos que desaparezca la frontera que los separa y que se confundan sus caminos. Palabras sabias, seguramente.
La utopía posible de Timothy se realiza con una ofensa múltiple: al paradigma colonialista que justifica el imperio humano por encima de cualquier criatura salvaje, aquí representado por el aviador; al paradigma de la apatía por estos asuntos de las amenazas civilizatorias a la tierra salvaje y sus habitantes, representado por su padre; y, finalmente, al paradigma de la sabiduría ancestral que ha coexistido con los osos en la paz de la distancia y sin dárnoslos a conocer a nosotr@s, representado por el inuit junto al oso inerte en exhibición. Las circunstancias de la muerte de Timothy refrendan que, en parte, los críticos de la utopía de Treadwell tienen algo de razón. Pero no toda, no en sus aspectos fundamentales y, más claramente, no durante los años en que Treadwell pudo regresar a contar historias de osos. Quizá fue el peor de los etnógrafos haciendo etnografía del peor de los pueblos de la tierra –los osos–, pero algo importante nos dejó ver.
Vayamos más allá de las circunstancias de la muerte de Treadwell y de lo que especulativamente podrían significar para el ecologismo y sus detractores. ¿Qué te parece la forma en que Herzog utiliza el material fílmico del ataque fatal?

JV: Sencillamente magistral. Cualquier mercachifle habría explotado el audio con los gritos de agonía de Timothy y su compañera y nos los habría hecho escuchar una y otra vez. Pero la escena clave en el documental de Herzog no es nada estridente: lo vemos escuchando con los audífonos, casi de espaldas. Lo adivinamos conmovido e impactado a través de los ojos de la amiga de Timothy, a quien Herzog le aconseja nunca escuchar ese audio y destruirlo (“Si lo oyes nunca te podrás librar de eso”). En un mundo como el nuestro, donde la estrategia dadaísta del shock es utilizada a cada momento en la TV, el cine y la publicidad en general, esa actitud de Herzog es toda una lección de sobriedad y responsabilidad.
Pero la exploración de Herzog es también despiadada. Reconstruye el escenario físico y emocional de esa muerte con la ayuda del piloto y el forense. Da la voz a los detractores de Treadwell, incluso a los que dicen que merecía morir así. Y, sobre todo, permite que veamos a la vez el pasmo y la afirmación de su muerte por parte del propio Treadwell. El pasmo cuando Timothy se traba ante la pregunta de un entrevistador de TV: “¿Y no veremos pronto la noticia de que usted ha sido devorado por los grizzly?” La afirmación la vamos viendo desde las primeras escenas: de algún modo Timothy sabe que va a morir allí mismo porque así lo quiso. Y en general los “héroes” de Herzog son de ese tipo, seres empujados al desastre por un destino que los arrastra sin reservas: Aguirre, Woyzek, Kaspar Hauser… La escena que comentaste antes, de la voz en off de Herzog mientras enfoca los ojos del grizzly, resume una especie de poética de la crueldad de Herzog: la naturaleza no es bondadosa, ni amable, ni armónica, sino un exuberante caos que sostiene y devora todas nuestras empresas humanas. Lo esencial es el esfuerzo del ser humano por sobrepasar los límites, aunque esto conduzca inevitablemente a la catástrofe. Herzog hace por tanto una lectura trágica del material de Treadwell, de allí el sentimiento de sobresalto y maravilla que nos provoca y que nos obliga a pensar…
Una última cuestión: decías que Timothy fue quizás “el peor de los etnógrafos haciendo etnografía del peor de los pueblos de la tierra –los osos–, pero que algo importante nos dejó ver”. No creo que podamos saber si los grizzly son “el peor pueblo de la tierra” pero tu formulación me genera la inquietud de la utilidad de estos materiales (el documental de Treadwell y el de Herzog) para el ejercicio teórico. Hay sin duda materiales de diversa calidad y objetividad pero, en general, ¿consideras válido el recurso a estos artefactos para hacer antropología y filosofía?

CR: Definitivamente. Me parece descabellado que la antropología y la filosofía se autocensuraran para no trabajar con los materiales aportados por Treadwell y Herzog. En mi metáfora, los osos son “el peor pueblo” para que un humano los estudie. Al hermetismo de su escasa sociabilidad y comunicación entre sí le añado la dificultad de que resultan sumamente letales. Treadwell trató de comprender “desde dentro”, mediante “penetración simpática” (según el término herderiano) a habitantes de una región inhóspita que habían sido estigmatizados en un proceso de alterización: los osos serían buenos para cazarlos, no para co-existir desarmado junto a ellos. Vico y Herder decían que la clave para la compresión de otro pueblo, de otra forma de vida es atender a sus formas expresivas, sus leyendas, sus canciones, su “lenguaje”. Después de Treadwell ya no es imposible pensar que los osos tengan vida expresiva. Llegar a saber de las canciones de los osos sería cuestión de más tiempo en el campo, más preparación, más comunicación entre colegas y mejor suerte; pero, por principio sería posible que, a su manera, los osos canten y los humanos nos demos cuenta de ello.